¿Quién es el hombre y quién es la mujer? Es una pregunta que las parejas homosexuales están cansadas de escuchar. Durante este mes del Orgullo leí muchos post explicando por qué omitir este comentario; en resumen: la pregunta está fuera de lugar porque es irrespetuosa con la orientación sexual de las personas. 

El asunto podría terminar ahí, no lo digas y listo. Pero la pregunta tiene un problema más grande. ¿Quién es el hombre y quién es la mujer? es una forma de preguntar quién está al mando. En una pareja hetero la distinción pasivo-dominante se asume porque una sociedad sexista dicta que el hombre es quien lleva los pantalones de la relación, incluso si no es así. Sin embargo, en una pareja del mismo género, esa lógica no funciona; ahí entra la famosa pregunta.

Pero el problema de fondo es que vemos las relaciones de pareja como una situación en la que un sujeto tiene poder sobre otro. Estamos acostumbrados a esta dinámica. Dan igual los géneros de quienes están en pareja, hay uno que, en mayor o menor medida, ocupa el rol dominante. Es problemático que en una pareja existan diferencias de poder.  Los celos, el control y el abuso son ejemplos de lo que este desbalance puede provocar. 

Es mucho más común ver comportamientos dominantes en hombres sobre sus parejas mujeres. Pero la disminución del machismo y el crecimiento del respeto a la comunidad queer, no son garantía de que la brecha de poder en las relaciones disminuya. Mientras la dinámica pasivo-dominante continúe, la única diferencia será quién lleve las riendas.

Dejar de preguntar quien es el hombre y quién es la mujer incrementa el respeto, pero no resuelve el trasfondo. El desequilibrio de poder en las relaciones es un problema independiente de la orientación sexual.