Yo dibujo porque me dejaron. Dibujaba con mi mamá, con mis compañeros del jardín, en mi casa, en cualquier lado (incluso en la pantalla del televisor). Desde muy niña me gustaron los lápices, los libros de colorear y cualquier cosa de ese estilo.

A nadie le molestó que dibujara hasta que llegué al colegio. Yo era una niña tímida que quería dibujar. Gastaba todo mi tiempo en decorar las orillas del cuaderno con flores y no alcanzaba a hacer la tarea. Desde el colegio sugirieron que fuera al psicólogo ¿por dibujar? ¿Mandar a una niñita al psicólogo porque prefiere pintar antes que copiar una lista de verbos?

Mi papá dijo que tenía que copiar todo, hacer la tarea y entonces podía dibujar; simple, lo entendí rápido. Pero para el colegio eso no era suficiente. Circulaba entre los profesores el rumor de que mi papá era un tipo difícil de tratar, sólo porque quería que me dejaran dibujar y lo defendió siempre. Él y mi mamá se preocupaban de que fuera buena alumna, ¿qué importa si dibujaba en el tiempo libre? 

Yo dibujo porque me dejaron. Mi papá y mi mamá fueron firmes ante un sistema que trata de podar todo lo que no encaje en su molde. Por eso todos los niños en el kinder te dirán que saben dibujar, pero en cuarto medio solo un puñado responderá lo mismo. Yo no tengo un talento innato, todos dibujamos desde niños, mi única diferencia es que nunca solté el papel y el lápiz; después de varios años volverse buena al dibujar es sólo resultado de práctica. 

Dentro de todos aún esperan los niños y niñas a que los dejen dibujar.